lunes, 29 de junio de 2009

Dicen los sexólogos :


«La actividad sexual no es lo más importante en la vida» Por mucho sexo que viva una mujer, cuando encuentra a otra que vive el amor, siente una enorme envidia, pues echa de menos lo que el sexo solo no puede darle. «Ha sido V. Frankl el que ha venido a explicar, contra lo que decía su maestro Freud, que la dimensión más importante del hombre no es el sexo, sino el sentido religioso, trascendente, la posibilidad de poseer un sentido último que dé razón de todo lo que hacemos. Cuando el hombre carece de este sentido que le hace capaz de vencer el dolor y de superar la muerte, enferma. Y es así como la enfermedad típica de nuestro tiempo es la angustia. Angustia que surge de la pérdida del sentido trascendente. Y es profundo lo que afirma V. Frankl de la felicidad: “La felicidad no se puede buscar nunca directamente, sólo puede venir como consecuencia de haber dado lo mejor de nosotros mismos a una causa noble, capaz de superar la limitación, el desánimo y la muerte, a una causa trascendente”». «Freud peca de reduccionismo y de simplismo al entender al hombre exclusivamente desde el sexo. En el hombre hay instintos aún más fuertes que el sexual, como es el de la conservación del individuo, por no citar la capacidad de sacrificio que ha llevado a muchos a entregar la propia vida en aras de ideales diversos. Además, la necesidad de belleza, de bondad, de justicia, y de verdad que hay en el hombre no se justifica por el sexo».

que querían hacer del hombre un ser angélico su fragilidad ha quedado sometida al asedio omnipresente de cuanto dice relación con el sexo y se le está dejando indefenso en la lucha por integrar el instinto sexual y ponerlo al servicio de la vida y del auténtico amor con las escenas íntimas de alcoba una desconcertante exaltación del nudismoÉste es el problema del hombre de hoy, que vive más que nunca sin raíces, sin valores que le lleven más allá de sí mismo. Es cierto que toda acción humana tiene que tener la prerrogativa de la libertad, pero el hombre de hoy ha hecho de la libertad, que es un instrumento, un fin de sí misma; y, de este modo, está ya experimentando algo sabido desde siempre: que la libertad no libera, libera la verdad. Hay quienes “en nombre de la libertad” quieren desasirse de toda clase de trabas. Para ellos es aleccionadora la inscripción debajo de un dibujo en la Abadía de Pannonhalma donde representa un barril de vino sin anillos de hierro, y el vino saliendo por las rendijas. El letrero ponía: «Se perdió por la libertad». «La prensa nacional y extranjera viene haciéndose eco últimamente de la atmósfera de erotismo y del ambiente sexualizado que nos está obligando a respirar la moderna civilización, que presume de haber enterrado mitos, y que prometía librar al hombre de las neurosis y obsesiones de ciertas represiones ciegas y voluntaristas,». «Pero en vez de liberar al hombre,. La iniciación sexual que necesitan nuestros jóvenes nada tiene que ver con la enciclopédica ilustración de todos los abusos y perversiones sexuales, con la ola de erotismo,, ni con los supermercados del amor». «Bajo el hipócrita lema de la “liberación de tabúes” se está produciendo, a escala mundial,, del naturalismo y de la obscenidad que lo invade todo, originando una escandalosa quiebra de la moralidad pública y privada»

Vamos, si no se pone remedio a tiempo, hacia un pansexualismo degradante de la naturaleza humana. Y lo peor es que apenas si hay reacción social contra la agresiones morales que por doquier se dan contra la limpieza de costumbres, como si una general abdicación del sentido natural y cristiano de lo lícito prevaleciera incluso entre personas e instituciones que deberían velar activamente por la moral pública. «La pasividad ante la progresión de iniciativas eróticas y pornográficas acusa una general dimisión de derechos y deberes frente a un estado de cosas cada vez más deprimente». De todo esto resultan casos como el de aquella muchacha que se quedó embarazada, y no podía saber quién era el padre de la criatura porque aquel mes se había entregado a tres muchachos distintos. Triste situación, pero lógica consecuencia para una muchacha que no tenía «escrúpulos anticuados» y no se negaba nada de lo que le apetecía. Estas cosas pasan cuando no se respeta la moral. O aquel otro caso de un jovenzuelo que fue a estrenar su vida sexual con una «señora», y después se enteró que era la madre de su mejor amigo. O aquel caso en que dos enamorados descubren que no pueden casarse porque resulta que, sin saberlo, son hermanos: el padre de él se acostó con la madre de ella. O la de aquel muchacho que se acostaba con todas sus amigas, y el día que se enamoró de verdad recibió un enorme mazazo moral, que le dejó destrozado, al enterarse que su padre se había acostado antes con la muchacha que él amaba. O aquel otro caso de una mujer que sedujo al novio de su hija, y al encontrarlos ésta a los dos en la cama se fue de su casa para siempre. La madre perdió para siempre a su hija y al galán.